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30 ene 2024
En el contexto actual, la práctica de la arquitectura se ve confrontada con múltiples retos que, como vimos en los últimas artículos, se corresponden con otras tantas crisis anidadas que afectan a las todas las esferas de la actividad humana. La climática, siendo la más visibilizada, no deja de ser uno más de los síntomas de la alteración drástica y acelerada de las condiciones de vida en el planeta, derivada de una visión antropocéntrica y desconectada de la biosfera. Nuestra carrera por mejorar las condiciones de vida humana nos ha llevado, paradójicamente, a socavar las bases sobre las que se ha desarrollado desde su aparición en nuestro planeta. La arquitectura, surgida como materialización de la visión de nuestro lugar en el mundo, vive hoy enfrentada a un cambio de paradigma que se refleja que los distintos desafíos a los que se enfrenta: descarbonización, circularidad, salud, biodiversidad, resiliencia…
Responsabilizarnos de esta situación significa construir menos, mejor y diferente para, en última instancia, habitar de otra manera.
Como participantes en el proceso constructivo debemos cuestionar de raíz el enfoque de nuestra actividad, que necesita replantearse sus bases operativas y sentar las bases de nuevos criterios y prácticas. Desde esta nueva posición, el ejercicio de nuestras profesiones adquiere un sentido renovado y consciente de su papel en la realidad compleja y dinámica que implica habitar este planeta. Si los artículos anteriores los dedicábamos al “qué hacer” ante esta realidad, en la serie de textos que hoy lanzamos nos proponemos adentrarnos en el “cómo hacer”.
A través de la exposición de criterios de diagnóstico e intervención y del análisis de casos prácticos trataremos de aterrizar las bases teóricas ya presentadas en entregas anteriores y aportar ejemplos de su aplicación actual.
Inauguramos esta nueva temporada hablando de las instalaciones eléctricas biocompatibles. Por su omnipresencia en el ámbito residencial y laboral, las instalaciones eléctricas presentan particularidades que merecen nuestra atención especialmente desde el punto de vista de la calidad del ambiente interior. El previsible desarrollo masivo de nuevas infraestructuras capaces de asumir el despliegue de tecnologías basadas en fuentes energéticas al margen de los combustibles fósiles y la progresiva implantación de la digitalización en casi todas las facetas de nuestra actividad están convirtiendo las instalaciones eléctricas en sistemas esenciales que deben convivir de forma integrada con el resto de la obra arquitectónica. Recordemos, según vimos en el anterior artículo “Riesgos físicos: las radiaciones” que la emisión de campos electromagnéticos procedentes de instalaciones eléctricas tiene efectos biológicos que afectan a los procesos básicos de regulación del organismo humano.
Nuestro organismo se comporta como una antena ante los campos eléctricos y magnéticos de su entorno que pueden inducir corrientes eléctricas artificiales que excitan los tejidos nerviosos y alteran el funcionamiento de las membranas celulares.
Estudios epidemiológicos han encontrado sistemáticamente la asociación entre la exposición a campos electromagnéticos de baja frecuencia, incluso a niveles de exposición considerados muy bajos, y efectos biológicos y para la salud humana. Los campos eléctricos y magnéticos alternos a bajas frecuencias (las que encontramos habitualmente en entornos residenciales y laborales) tienen su origen, respectivamente, en la tensión y el consumo o intensidad en conductores, mecanismos y equipamientos eléctricos.
Por su parte, la emisión de ondas electromagnéticas de alta frecuencia procede fundamentalmente de sistemas de comunicación inalámbrica (telefonía móvil, redes inalámbricas, aparatos basados en el internet de las cosas, etc.).
Aunque ya en aquel artículo se daban algunas recomendaciones básicas para reducir la exposición a estos riesgos físicos en fase de uso, proponemos ahora un recorrido más detallado por los elementos de una instalación eléctrica con el objetivo de fijar las pautas generales para el diseño y ejecución basados en criterios de salud.
El objetivo de una instalación eléctrica biocompatible es reducir la exposición a campos electromagnéticos y a compuestos tóxicos que puedan afectar a nuestros procesos biológicos.
Comenzamos el recorrido por la acometida y la instalación de enlace. Según el Reglamento electrotécnico de baja tensión (REBT), la primera es la parte de la red de distribución que alimenta la caja de protección y la segunda la que une esa caja con la instalación interior, compuesta a su vez por la caja general de protección, la línea general de alimentación, los contadores, la derivación individual y el cuadro eléctrico. Como criterio general deben preferirse trazados enterrados para ambos elementos puesto que, a priori, la emisión de campos será más reducida que en tendidos aéreos. El alejamiento de estos elementos de zonas de alta permanencia es la primera medida de protección puesto que la intensidad de los campos decrece de forma proporcional al cuadrado de la distancia a su origen. La presencia de centros de transformación en espacios cedidos dentro de edificios es especialmente problemático por este motivo. La protección frente a diferencias de potencial peligrosas en el edificio y en el terreno próximo y a corrientes de defecto o erráticas se consigue mediante la instalación de puesta a tierra, favoreciendo su derivación a tierra. Se aconsejan resistencias a tierra de entre 2 y 6 ohmios. La toma de tierra se compone, en obra nueva, de un anillo cerrado de cable rígido de cobre que recorre, bajo la cimentación, todo el perímetro del edificio. Este anillo queda unido a electrodos enterrados en el terreno (picas o placas) si es necesario disminuir la resistencia a tierra. A la toma de tierra establecida se conectará toda masa metálica importante, incluyendo en su caso la estructura del edificio y las masas metálicas accesibles de depósitos de gasoil, de las instalaciones de calefacción general, de las instalaciones de agua, de las instalaciones de gas canalizado y de las antenas de radio y televisión. Para reducir a cero, o tanto como sea posible, la diferencia de potencial entre las partes o elementos conductores simultáneamente accesibles de una instalación se emplean las conexiones equipotenciales suplementarias (CES).
La correcta ejecución de esta toma de tierra es fundamental para la protección de las personas usuarias y debe ser supervisada y revisada periódicamente por instaladores autorizados. Ya en el interior del edificio los dispositivos de mando y protección ubicados en el cuadro eléctrico se encargan de proteger las líneas de alimentación contra sobreintensidades, corrientes de defecto a tierra y contra sobretensiones. Existen distintos sistemas de puesta a tierra de una instalación eléctrica de baja tensión. El más extendido es el conocido como esquema TT en el que el conductor neutro no está conectado a la toma de tierra. Este es el esquema de conexión empleado en instalaciones alimentadas desde una red de distribución pública de baja tensión. Esta falta de conexión tiene como ventaja la imposibilidad de derivaciones de corriente a las canalizaciones de instalaciones y, en consecuencia, asegurar que éstas no emiten campos magnéticos. Sin embargo tiene como contrapartida que alcanzar una buena equipotencialidad resulta más complicado, por lo que resulta clave cuidar su ejecución para lograr una resistencia a tierra cercana a los 0 ohmios.
El trazado de las líneas de alimentación es otro aspecto básico en el diseño de una instalación eléctrica interior biocompatible. Frente a la distribución en anillo o en bucle en la que un determinado número de receptores están conectados al mismo circuito, el trazado en estrella o radial alimenta selectivamente receptores situados en el extremo del circuito. En la disposición en anillo abierto se pueden producir campos eléctricos descompensados e intensidades de campo magnético elevadas.
Idealmente, los circuitos de cada estancia deberían poder desconectarse para interrumpir la emisión de campos durante las horas de descanso, tiempo en el que el organismo lleva a cabo tareas de regeneración, sin depender del uso que se esté haciendo en el resto de dependencias. En zonas especialmente sensibles, como dormitorios, sería deseable prever paredes libres de cableado o, al menos, ubicarlo a una distancia de seguridad de la cabecera de las camas (1 o 2 metros). Como medida adicional, siempre bajo la supervisión especializada para valorar en conjunto de emisiones, podrían instalarse desconectores de red o bioswitchs para impedir la corriente en algunos circuitos manteniendo una tensión continua de unos 3 V.
Los modelos automáticos permiten de nuevo el paso de corriente al conectar algún consumidor por lo que no tendrán ningún efecto en circuitos que alimenten aparatos en funcionamiento permanente, como frigoríficos, por ejemplo. Estos desconectores pueden colocarse en el cuadro eléctrico o en cajas de empalme. En una instalación eléctrica correctamente diseñada los problemas puntuales de emisión de campos eléctricos pueden resolverse usando cableado y cajas blindados o apantallados conectados a la red equipotencial.
El apantallamiento de campos eléctricos (el de los campos magnéticos es prácticamente imposible) mediante fieltros, láminas, mallas o pinturas debe llevarse a cabo con la asesoría de especialistas en mediciones de riesgos físicos. La necesidad de su conexión a la toma de tierra hace más importante si cabe su buena resolución.
Para la selección del tipo de cableado hay que cumplir como mínimo con las exigencias del REBT en lo referente a la propagación de la llama, no propagación del incendio y de resistencia al fuego.
Algunas comunidades autónomas ya han recogido en sus reglamentaciones el uso obligatorio de cableado libe de halógenos (conductores de clase mínima de reacción al fuego, Cca-s1b, d1, a1) en instalaciones interiores de viviendas. Por lo que se refiere a los puntos finales de consumo conectados a las líneas de alimentación debe hacerse especial hincapié en asegurar conexiones con toma de tierra (mediante conectores tipo Schuko con contactos planos laterales, evitando las clavijas planas), equipados con interruptores que seccionen el conductor de fase, especialmente si no son bipolares.
El uso de equipos con grandes consumos, generalmente los dedicados a sistemas de calefacción eléctrica, es especialmente problemático desde el punto de vista de la generación de campos electromagnéticos por lo que deben evitarse o cuando menos alejarse de las zonas de alta permanencia. Como ya hemos comentado más arriba, los sistemas de telefonía (DECT, móvil) y redes inalámbricas (WLAN, WiFi, WiMAX), cuyo funcionamiento se basa en la transmisión de ondas de alta frecuencia, deben usarse con moderación, permaneciendo desconectadas al menos durante el descanso nocturno. Son preferibles, también desde el punto de vista de la seguridad de uso, los teléfonos y redes cableadas. El cableado de antenas, amplificadores, transformadores, motores o inversores tampoco está exento de emisiones de campos significativas por lo que debe estudiarse su recorrido, siguiendo las pautas que ya hemos expuesto. La elección de lámparas y luminarias debería formar parte de los proyectos electrotécnicos, tanto por la emisión de campos eléctricos y magnéticos que pueden llevar aparejada como por la calidad de la iluminación que proporcionan, factor clave en la regulación de los ritmos circadianos responsables de nuestros sistemas de regulación internos.
Finalmente, queremos mencionar la incidencia de la instalación de contadores inteligentes con transmisión inalámbrica de datos. La posibilidad de una gestión eficiente del consumo eléctrico no debería hacerse a expensas de potenciales riesgos para la salud humana.
Incorporar criterios de salud en los proyectos de instalaciones eléctricas, tanto de obra nueva como de rehabilitación, obliga a cuestionar prácticas profesionales muy arraigadas. La falta de profesionales conscientes de los riesgos físicos asociados a las instalaciones eléctricas y la ausencia de pautas normalizadas de diseño y ejecución que incorporen consideraciones de salud impiden la generalización de criterios de actuación enfocados en la prevención de estos riesgos.
La colaboración interdisciplinar entre diseñadores, profesionales instaladores y especialistas en mediciones es fundamental para introducir en el sector criterios de prevención y protección de la salud.
Este nuevo enfoque aplicado a las instalaciones eléctricas abre las puertas a nuevos campos de especialización profesional que, sin perder de vista el planteamiento de conjunto, puede enriquecer el desarrollo de un sector en plena redefinición.
Palabra clave
A.T. frente al Cambio Climático
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