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18 may 2023
En el artículo anterior, a partir del análisis de varios modelos, vimos cómo la percepción del confort estaba ligada no sólo a la temperatura y la humedad interiores sino a también a factores atmosféricos externos.
La calidad de aire interior puede ser vista, por tanto, como el resultado de la interacción entre el clima exterior, el interior, la configuración constructiva del propio espacio y el comportamiento de las personas. Según algunos estudios, hasta un 50% del aire interior procede del exterior, dato que confirma la interdependencia de la calidad de los ambientes interior y exterior.
En octubre de 2013, la International Agency for Research on Cancer (IARC), centro perteneciente a la Organización Mundial de la Salud (OMS), anunció la clasificación de la contaminación del aire exterior como cancerígena para el ser humano dentro del grupo 1, es decir, que presenta un riesgo carcinógeno probado con datos claros y confirmados.
Como reconoce el Plan Estratégico de Salud y Medio Ambiente 2022 – 2026 (PESMA), “la calidad del aire es uno de los factores ambientales más influenciados por el cambio climático (p.ej. gases de efecto invernadero), aunque su principal alterador pueda ser la contaminación antropogénica y tenga un mayor impacto en un entorno urbano”.
Las principales perturbaciones de la calidad del aire de origen antropogénico se deben a factores como la mayor concentración de sustancias tóxicas, la menor penetración de rayos de luz, la menor disponibilidad de aire fresco, la baja humedad atmosférica, la elevada temperatura, el alta concentración de CO2 o la contaminación eléctrica permanente.
Resfriados, reumatismos, dificultades respiratorias, alergias, dolores de cabeza, perturbación del sueño, irritabilidad, depresión, hipertensión arterial, problemas circulatorios, disminución de la fertilidad, reducción de la esperanza de vida… son efectos probados sobre la salud de esta alteración de la calidad del aire.Fuente: https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/la-contaminacion-del-aire
La evidencia científica aporta datos concluyentes acerca de los efectos físicos y psíquicos de esta influencia climática en nuestra salud, influencia que, en el caso de ambientes interiores, resulta crónica, habida cuenta del alto porcentaje de tiempo que pasamos en ellos.
A pesar de estar demostrado que en el interior de los edificios la concentración de contaminantes puede llegar a ser superior a la exterior, el ambiente interior casi nunca es percibido como sospechoso de ser la causa de los síntomas mostrados por sus ocupantes.
Los estudios de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos acerca de la exposición humana a los contaminantes del aire indican que los niveles de contaminantes en interiores pueden ser de dos a cinco veces (y, en ocasiones, más de 100 veces) más elevados que los niveles en el exterior.
El hecho de que algunos de los síntomas asociados a la mala calidad del aire interior sean similares a los de enfermedades comunes como la gripe o el resfriado (dolores de cabeza, problemas con los senos frontales, congestión, mareos, náuseas, cansancio, irritación de ojos, nariz o garganta…), contribuyen probablemente a infravalorar sus consecuencias sobre la salud.
Suelen clasificarse los problemas de salud derivados de la calidad ambiental interior en enfermedades relacionadas con el edificio y síntomas relacionados con el edificio. En el primer grupo encontramos tanto a personas con enfermedades conocidas que sufren un empeoramiento clínico al permanecer en el interior del edificio (asma bronquial, rinitis alérgica o dermatitis atópica, etc.) como a personas que enferman por vía infecciosa, alérgica o tóxica por causas identificables presentes en el edificio (legionelosis, la fiebre de Pontiac, neumonitis por hipersensibilidad, fiebre de los humidificadores, etc.). En ambos casos, se trata de enfermedades con cuadros clínicos homogéneos, con alteraciones objetivables y fuentes conocidas y su diagnóstico es clínico. El segundo grupo de afecciones, también conocido como Síndrome del Edificio Enfermo, agrupa síntomas inespecíficos y no presenta cuadros clínicos definidos. No existe diagnóstico clínico, por lo que se reconoce por su asociación con problemas ambientales relacionados con la calidad del aire interior o por el aumento del porcentaje de personas que presentan los mismos síntomas. En una situación especial se sitúan algunas patologías, agrupadas bajo la denominación de síndrome de sensibilización central, que comparten con el síndrome del Edificio Enfermo la ausencia de test diagnósticos e inespecificidad sintomatológica, pero que, al manifestarse tras el contacto con diferentes contaminantes químicos en el interior de los edificios, se incluye también en el grupo de enfermedades relacionadas con el edificio: enfermedad de Lyme crónica, síndrome de fatiga crónica, síndrome de intestino irritable, la fibromialgia o la sensibilidad química múltiple.
La OMS lo define como el conjunto de síntomas que presentan, predominantemente, personas usuarias de determinados edificios y que no suelen ir acompañados de ninguna lesión orgánica o signo físico, diagnosticándose, a menudo, por exclusión.
Los síntomas suelen ser de tipo local (irritación de ojos, nariz y garganta, dolor de cabeza, tos, sibilancias, alteraciones cognitivas, depresión, sensibilidad a la luz, molestias gastrointestinales y otros síntomas similares a los de la gripe..) y neuropsicológico, pero siempre muy inespecíficos. La Associació d'Empreses Especialistes en Síndrome de L'Edifici Malalt (ACESEM), añade en su definición, como causas, los agentes químicos, físicos, biológicos y/o ergonómicos, con frecuencia relacionados con los materiales y sistemas constructivos, así como con las instalaciones y equipamientos.
La OMS ha establecido que, a nivel mundial, el 30% de los edificios públicos nuevos y reformados están afectados.
En la siguiente tabla podemos ver el listado de los factores ambientales asociados con el SEE.
Las investigaciones indican que la aparición de síntomas del SEE es entre un 30 y un 200 por ciento más frecuentes en edificios con ventilación mecánica.
Además de la ventilación, factores como el moho, el polvo, los ácaros, los alérgenos, los aldehídos de interior, los compuestos orgánicos volátiles (COV), los hongos en suspensión, los pesticidas, el humo del tabaco, la iluminación, las tasas de intercambio o circulación del aire, el monóxido de carbono y el dióxido de carbono pueden provocar síntomas de SEE.
A nivel estatal, la atención sanitaria supone un gasto equivalente al 10% del PIB. La incidencia de enfermedades debidas a causas ambientales, incluidas las no transmisibles, es enorme y amenaza la sostenibilidad del sistema de salud. Según el Plan Estratégico de Salud y Medio Ambiente 2022 – 2026 (PESMA), “los recursos financieros y humanos asignados a la promoción y la prevención primaria siguen siendo insuficientes para reducir la sustancial carga de morbilidad debida a riesgos ambientales para la salud”. Y continúa: “Los enfoques centrados en el tratamiento de enfermedades individuales, en lugar de intervenir en los determinantes de la salud, será insuficientes para abordar los actuales desafíos sanitarios relacionados con el medio ambiente".
La conclusión es clara: “para afrontar las causas profundas de la enfermedad se requiere una perspectiva integradora, definida frecuentemente por políticas en sectores clave distintos del sanitario”. Plan Estratégico de Salud y Medio Ambiente 2022 – 2026 (PESMA).
Como el propio PESMA recoge, la calidad del ambiente interior es uno de los factores esenciales en el abordaje de las causas profundas de la enfermedad.
Dedicaremos este artículo a analizar los factores climáticos que caracterizan la calidad del ambiente interior: temperatura, humedad, ventilación y electroclima.
Con algunas diferencias entre órganos, los seres humanos mantenemos de forma relativamente constante nuestra temperatura interna en torno a los 37ºC. Nuestro metabolismo, ayudado por mecanismos como la respiración, la sudoración, la circulación sanguínea o la transpiración, es el responsable de la generación de este calor interno que después intercambiamos con el ambiente.
Como podemos deducir de la tabla anterior y ya avanzábamos en el artículo anterior, la radiación es el mecanismo que más condiciona el intercambio de calor con el ambiente y está directamente relacionada con la temperatura superficial de los paramentos que envuelven el ambiente interior.
Conseguir una temperatura superficial relativamente elevada en paramentos verticales y horizontales es decisivo para el mantenimiento de una sensación térmica agradable.
Las características térmicas de los materiales de una envolvente (tanto su conductividad térmica como su capacidad de acumulación de calor) determinan finalmente el confort térmico de un espacio y la incidencia de patologías constructivas relacionadas con algunos tipos de humedad.
Estrechamente relacionado con el intercambio de temperatura, existe un intercambio constante entre la humedad atmosférica y la humedad interna de nuestro organismo. En ese intercambio de vapor de agua expelemos sustancias tóxicas resultantes de nuestro metabolismo. La sensación de malestar y bochorno al respirar en ambientes húmedos y cálidos se debe precisamente a la dificultad para deshacernos de estos contaminantes en esas circunstancias.
Se considera que la humedad atmosférica relativa óptima desde el punto de vista fisiológico se encuentra entre el 45 % y el 50 % y no debería ser inferior al 30 % ni superior al 60 %
Una humedad atmosférica reducida contribuye a la proliferación de polvo y microorganismos en suspensión y el incremento de la carga electrostática sobre la superficie de paramentos y mobiliario. Un exceso de humedad, por su parte, puede provocar el deterioro prematuro de algunos elementos constructivos y la aparición de patologías si su presencia se prolonga sin eliminar sus causas.
Las características físico-químicas de los materiales de construcción, especialmente en el caso de los aislamientos, pueden verse modificadas significativamente a causa de la humedad ambiental.
Al ventilar ponemos en contacto, en mayor o menor medida, el aire interior y el exterior. Como vimos más arriba, el aire exterior, particularmente en ambientes urbanos, se encuentra contaminado por sustancias tóxicas (dióxido de carbono, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, hidrocarburos, polvo, etc.) que acarrean graves problemas de salud, con especial incidencia en enfermedades crónicas. La OMS ha alertado de la situación, vinculando la calidad del aire interior con muertes prematuras, accidentes cerebrovasculares, cardiopatías, neumonía infantil y cáncer de pulmón.
Ventilar incrementa la concentración de oxígeno y disminuye la de dióxido de carbono (indicador básico de la calidad del aire interior), reduce la de olores molestos y contaminantes químicos y otros alérgenos, regula la humedad atmosférica y aporta una ionización negativa al aire interior
De forma natural, aprovechando la diferencia de temperatura y presión entre el aire interior y el exterior, o controlada, generando vacío o sobrepresión a través de ventiladores, la renovación del aire es un factor primordial en la calidad ambiental interior con importantes repercusiones también en la eficiencia energética y la adaptación térmica de las personas.
Terminamos el análisis de los factores que determinan el ambiente interior con una mención a la electricidad atmosférica interior y su influencia sobre la calidad ambiental.
Aunque tendremos ocasión de analizar en próximos artículos las implicaciones que para la salud humana tiene la creciente exposición a los campos electromagnéticos, tanto de alta como de baja frecuencia, nos centraremos ahora en el fenómeno de la electricidad estática.
En los espacios interiores, debido a la acumulación de cargas electrostáticas y tensiones superficiales, pueden alcanzarse intensidades eléctricas elevadas, con efectos similares a los experimentados en ambientes de tormenta (dolores de cabeza, fatiga, dificultades respiratorias, malestar general e incluso trastornos del sueño).Fuente de la imagen: https://www.shutterstock.com/image-photo/spark-discharges-artificially-created-518027767
Debido a su falta de conductividad eléctrica, muchos de los materiales de acabado, mobiliario y equipamiento habitual en viviendas y lugares de trabajo (laminados plásticos, moquetas, tapicerías, pantallas y monitores, etc.), son incapaces de disipar la carga electrostática que se genera sobre su superficie. La baja humedad ambiental favorece esta falta de conductividad eléctrica. Los efectos sobre el ambiente se reflejan en el incremento de la ionización positiva del aire y la atracción de polvo y otras partículas en suspensión sobre estos materiales.
Los sectores de la arquitectura y la construcción, responsables de las condiciones ambientales a las que se expone la población en hasta un 90% de su tiempo, son claves, por tanto, en la protección de la salud pública.
Artículo 28. Características de las actuaciones de protección de la salud. 1. La protección de la salud comprenderá el análisis de los riesgos para la salud, que incluirá su evaluación, gestión y comunicación. A tal efecto, se desarrollarán acciones sobre los factores desencadenantes de los riesgos y, cuando proceda, de acuerdo con la normativa específica mediante procedimientos de control oficial. 2. Serán sometidos a análisis los riesgos derivados de la exposición de las personas al entorno en el que viven y a los agentes presentes en el medio que puedan afectar a su bienestar físico, mental o social. Artículo 30. De la sanidad ambiental. 1. La sanidad ambiental tiene como funciones la identificación, la evaluación, la gestión y la comunicación de los riesgos para la salud que puedan derivarse de los condicionantes ambientales; la vigilancia de los factores ambientales de carácter físico, químico o biológico y de las situaciones ambientales que afectan o pueden afectar a la salud; así como la identificación de las políticas de cualquier sector que reducen los riesgos ambientales para la salud. (Ley 33/2011, de 4 de octubre, General de Salud Pública)
Más allá de la sostenibilidad y la eficiencia energética, la calidad del ambiente interior, también en lo referente a sus repercusiones psicológicas y sociales, requiere de enfoques profundos que orienten diagnósticos y soluciones adecuadas. La literatura científica constata que el diseño sostenible en arquitectura no garantiza por sí mismo el bienestar y confort de las personas usuarias y el análisis de los riesgos físicos, químicos y biológicos potencialmente presentes en los espacios edificados es aún en muchos casos una asignatura pendiente en nuestro ámbito. En nuestros próximos artículos abordaremos el estudio de estos riesgos y su relación con los materiales y sistemas constructivos, revisando sus causas, efectos para la salud y pautas para su remedio.
- Estudio sobre la calidad del aire interior en viviendas. (2022). CGATE. - Estudio sobre exposición a contaminantes atmosféricos desde el embarazo a la preadolescencia. ISGLOBAL. - Plan estratégico de salud y medio ambiente. PESMA. - Edificios y salud. Reinventar el hábitat pensando en la salud de las personas. GBCE, CGATE, AEICE. - REY MARTINEZ, Francisco Javier; CEÑA CALLEJO, Rafael. (2006). Edificios saludables para trabajadores sanos: calidad de ambientes interiores. Junta de Castilla y León.
Palabra clave
A.T. frente al Cambio Climático
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