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2 jul 2024
La tierra cruda es muy probablemente el material de construcción más empleado en la historia de la humanidad. A lo largo de los siglos, en cada lugar, los métodos constructivos desarrollados han sabido aprovechar las propiedades de la tierra cruda y adaptarlos a los requisitos funcionales y formales de la arquitectura local.
La arquitectura en tierra cruda que aún hoy pervive nos habla de un conocimiento empírico profundo del material, transmitido de generación en generación, aplicado tanto a pequeñas construcciones auxiliares como a conjuntos edificatorios completos.
La llegada de productos industrializados, relativamente reciente en la historia de la construcción, provocó un paulatino olvido de las prácticas constructivas artesanales asociadas al empleo de materiales poco procesados y disponibles localmente como la tierra cruda. Hoy, en un contexto desafiante plagado de retos climáticos, energéticos, de salud o sociales, la mirada hacia el pasado se vuelve una fuente de inspiración y el trabajo muchas veces ignorado de quienes han conservado este conocimiento y han sistematizado su estudio y aplicación al ámbito de la arquitectura empieza a verse con otros ojos. Las reticencias al empleo de materiales naturales tienen su origen en prejuicios muchas veces infundados que evidencian la pérdida de ese conocimiento acerca de sus propiedades del que hablábamos más arriba.
Sin embargo, ante materiales como la tierra cruda, con propiedades excepcionales desde los puntos de vista del confort, la ecología, la durabilidad e incluso la estética, se impone, y en mayor medida en el escenario actual, recuperar y poner en valor la cultura constructiva asociada y actualizar sus usos y técnicas.
Aunque en este artículo nos centraremos en su empleo como material base para la confección de morteros destinado a revocos interiores, un breve repaso por las propiedades de la tierra cruda nos permitirá acercarnos a este material con una visión más amplia de las posibilidades para incorporarlo como material integrante de diferentes sistemas constructivos.
Empezaremos nuestro repaso centrándonos en las aportaciones de la tierra cruda a la calidad del ambiente interior. Desde el punto de vista térmico, la tierra ofrece una fuerte inercia térmica que permite almacenar calor, mejorar el desfase térmico y amortiguar las diferencias de temperatura superficiales. Esta capacidad de regulación se extiende también a las condiciones higrométricas ambientales. La tierra cruda es capaz de absorber más humedad del ambiente que otros materiales usados en la composición de cerramientos y divisiones, restituyéndola cuando su porcentaje cae. Su alta densidad contribuye también a la mejora de la calidad acústica, especialmente cuando se persigue la reducción del ruido aéreo. La variedad de texturas de acabado que permite la tierra proporciona también distintos grados de amortiguación de la reverberación. Por lo que respecta a aspectos medioambientales, la tierra cruda, que recibe ese nombre precisamente por no estar cocida, apenas requiere energía para su transformación. Si a eso le sumamos su disponibilidad en prácticamente cualquier lugar y la consiguiente reducción de consumo energético en su transporte, su idoneidad se hace evidente. También desde el prisma de la economía circular podemos valorar muy positivamente el uso y reutilización de la tierra que, salvo que haya sido estabilizada con otros conglomerantes, puede reutilizarse indefinidamente sometiéndola a una nueva molienda. Frente a los argumentos que esgrimen la falta de durabilidad de la construcción con tierra cruda, la realidad es incontestable: numerosos edificios con varios siglos de antigüedad han llegado en buen estado hasta nuestros días en todo el mundo, superando ampliamente las exigencias de vida útil actuales. La enorme variedad de acabados superficiales posibles así como las gamas cromáticas de las tierras naturales (blancas, ocres, pero también verdes, grises e incluso azules) que pueden aplicarse tanto en morteros como en pinturas permiten terminaciones a la altura de cualquier exigencia decorativa, desde las más rústicas hasta las más vanguardistas.
En suma, estamos ante un material privilegiado que bien merece ser redescubierto e incorporado en nuestros proyectos. El conocimiento profundo de sus propiedades y aplicaciones es clave para normalizar su uso.
Las diferentes tierras que conocemos son el resultado de la transformación de la roca madre mediante procesos físicos, químicos y biológicos a lo largo de amplios periodos geológicos.
Están constituidas por granulados de muy diversos tamaños de entre los cuales son las arcillas, los de menor tamaño (apenas 0,002 mm), que por su afinidad con el agua, son los que proporcionan la capacidad de aglomerar al resto (limos, arenas y gravas) formando una matriz bajo la influencia de la tensión superficial y la cohesión capilar. Es precisamente gracias a la reversibilidad de estos enlaces por lo que podemos considerar la tierra como indefinidamente reciclable (siempre que no se haya mezclado con otros materiales o productos no reciclables).
La afinidad de las arcillas con el agua se debe a la forma de sus partículas que, en su mayoría, se presentan como láminas u hojas apiladas. De hecho, las arcillas forman parte de la familia mineralógica de los filosilicatos, nomenclatura derivada del griego “phullon” (hoja).
El espesor de estas hojas es del orden de los centenares de nanómetros y está constituido por tres o cuatro planos de átomos de oxígeno entre los que encuentran los de silicio y aluminio.
Según algunos estudios, hasta el 80% de la calidad ambiental interior se juega en lo que ocurre en los dos o tres centímetros de la envolvente en contacto con el aire interior. Por este motivo nuestro acercamiento a la construcción con tierra se centrará en su aplicación en revocos interiores. Como sabemos, las funciones generales de un revoco son, fundamentalmente, proporcionar una protección superficial y estética a un paramento, mejorar sus prestaciones de resistencia estructural, al fuego, a la humedad y al ruido, asegurar su estanqueidad al aire y al viento, y corregir su comportamiento térmico. Los requisitos específicos de cada situación concreta aconsejarán una solución óptima, impuesta por condicionantes técnicos, funcionales, estéticos o económicos que afectarán a aspectos como la elección y preparación del soporte sobre el que se aplicará el revoco, su composición y dosificación, la preparación de la mezcla y la puesta en obra.
El enfoque prestacional del Código Técnico CTE del que hablábamos en nuestra anterior entrega permite que soluciones constructivas menos convencionales, como son aquellas en las que interviene la tierra, puedan ser puestas en obra. Ante el abanico de posibilidades que ofrece este enfoque, es importante que los intervinientes en un trabajo de este tipo pacten claramente las condiciones de aplicación y acabado para alcanzar las prestaciones requeridas.
Para ello deberán preverse detalles como la obtención de la tierra in situ o ya ensacada, la preparación del soporte, la aplicación del revoco en una o varias capas, plazos y tiempos de aplicación de cada capa o la incorporación de aditivos con funciones de refuerzo, estabilización o estéticas.
También el tipo de acabado (cepillado, talochado, bruñido, estucado, etc.), por su repercusión en el aspecto final, debería ser definido en las fases iniciales del trabajo evitando intervenciones innecesarias.
Si bien hay disponibles en el mercado morteros predosificados listos para amasar y aplicar, saber caracterizar cada uno de sus componentes y comprender su comportamiento es básico como paso previo para su dosificación.
La formulación de morteros para su empleo en revocos debe considerar, además del cumplimiento de los requisitos técnicos básicos, aspectos como la textura o el color finales.
TierraConstituida por mezclas de arcillas, limos, arenas y gravas, las tierras destinadas a la construcción son las que se encuentran bajo la tierra vegetal. Incluso a nivel local las tierras disponibles pueden ser muy heterogéneas por lo que su caracterización, bien en laboratorio, bien in situ, es imprescindible, especialmente cuando se usa la extraída directamente en obra. ArcillasSi bien la mayor parte de las arcillas son aptas para la confección de morteros para revocos, hay que confirmar que la mezcla final supere las pruebas de fisuración y cizallamiento que pueden realizarse a pie de obra puesto que la curva granulométrica de los áridos, aunque puede corregirse, determinará su aptitud para unos u otros usos. Esto es aplicable también para morteros preparados. Adicionalmente, en función de los requisitos, pueden añadirse a las mezclas agregados no presentes en la tierra original (arenas, corcho granulado, vermiculita, marmolinas, etc.). FibrasLa adición de fibras a los morteros, habitualmente vegetales pero también animales o sintéticas, tiene como objetivo reforzarlos y prevenir la aparición de fisuras de retracción debidas al exceso de agua de amasado, falta de arcilla, espesores excesivos, pérdida rápida de agua superficial o deficiente preparación del soporte. Aunque puede reducirse la influencia de todas estas circunstancias con una ejecución cuidadosa, la propia naturaleza de la tierra de partida disponible puede aconsejar la incorporación de fibras en los morteros. Su dosificación debe ajustarse en cada caso en base a pruebas. Mallas de refuerzoEn determinadas circunstancias (resolución de encuentros entre distintos materiales de soporte, perfilado de aristas de esquinas, etc.) puede ser necesaria el uso de mallas de refuerzo para limitar la aparición de fisuras. Estas mallas, que de nuevo pueden ser de origen natural o sintético, se aplican entre capas de mortero, cuando las capas de cuerpo o de base aún están húmedas. AguaPor su influencia en la aparición de patologías como fisuraciones o eflorescencias, la calidad del agua de amasado debe también comprobarse al realizar las muestras de morteros y mantener su dosificación lo más uniforme posible en función de la consistencia requerida en cada aplicación. AditivosHistóricamente se han empleado una gran variedad de aditivos de origen animal y vegetal (sangre, suero lácteo, excrementos, jugos de plantas…) a los morteros con el fin de modificar algunas de sus propiedades mecánicas, mejorar su aplicabilidad o aumentar su protección superficial frente a agentes externos. De nuevo, aunque se han inventariado recetas empleadas en la arquitectura tradicional, su uso debe controlarse puesto que las propiedades del mortero resultante pueden verse seriamente alteradas.
De manera general, podemos aportar algunas pautas acerca de la incidencia en la adición de algunos componentes al mortero: • La adición de áridos, fibras u otros agregados requiere una mayor proporción de arcilla como aglomerante. • La adición de arcilla aumenta la cohesión de la mezcla. • La adición de árido disminuye la retracción del revoco. • La adición de fibras reduce el riesgo de fisuración.
Una vez caracterizados los componentes de los morteros y comprendido su comportamiento o influencia en el resultado final podemos avanzar un paso más.
Como bien defienden los especialistas, la aplicación de revocos comienza en realidad con la planificación del trabajo y el control de las condiciones en las que se realizará.
El método de aplicación, manual o proyectado, determinará ya desde el comienzo el desarrollo de la obra, al igual que la necesidad de preparar el soporte, como veremos enseguida. La climatología afectará también a la organización de los trabajos. Debe garantizarse la ausencia de riesgo de heladas así como prever la protección frente a vientos secos y cálidos. Aunque las temperaturas bajas no detienen el secado del mortero sí lo ralentizan, afectando a los tiempos de aplicación de las sucesivas capas y al espesor de cada una. A estos efectos es imprescindible lograr una buena ventilación asegurando la protección de los revocos frente a la intemperie. Este punto es especialmente relevante si se han incorporado aditivos orgánicos a la mezcla. Puesto que no existe una reacción química de fraguado en su endurecimiento, los morteros de barro pueden conservarse secos o hidratados sin límite de tiempo. Rehidratar y volver a amasar es suficiente para iniciar la aplicación de morteros ya hidratados, salvo si, como hemos advertido recientemente, se han añadido aditivos orgánicos que puedan degradarse rápidamente. La evaluación de condiciones de aplicación con exigencias especiales (soportes poco habituales, condiciones ambientales extremas…) debe llevarse a cabo con suficiente antelación. En relación con los soportes para los revocos, debe valorarse previamente la presencia de patologías. Revocos antiguos degradados, pulverulentos, poco cohesivos, ahuecados, con una superficie poco adherente deberían ser levantados hasta encontrar un soporte adecuado que pueda ofrecer un soporte limpio y regular al nuevo revoco. En obra nueva, como criterio común para la aplicación de cualquier tipo de revoco o acabado, las partidas de instalaciones que deban quedar empotradas deberían estar ejecutadas y los encuentros entre materiales previstos y resueltos. Los rellenos y rejunteos también deberían estar ejecutados para evitar sobreespesores de mortero y tiempos de secado y endurecimiento distintos. Como soluciones para la preparación de soportes podemos encontrar desde la aplicación de lechadas, jabelgas y otros puentes de unión mecánica hasta la fijación de panelados, cañizos y mallas (preferiblemente no metálicas) previamente a la aplicación de la primera capa del revoco.
Aunque la aplicación de revocos en una sola capa sería posible si la superficie del soporte es adecuada y suficientemente rugosa para asegurar el anclaje mecánico del mortero, las condiciones de ejecución reales, tanto por requisitos técnicos como de acabado, suelen exigir la aplicación de varias capas. Si la situación lo requiere, una capa previa o de cuerpo tiene como función asegurar un soporte de una porosidad y rugosidad homogénea para recibir la que, en sentido estricto sería la primera capa del revoco. La capa de base, aplicada de una o varias pasadas, en función del espesor que se precise, debe proporcionar la volumetría base para la capa de acabado por lo ya debería quedar resuelta en esta capa la planimetría general, aristas, rincones, etc. En esta capa podrían integrarse, si fuera necesario, canalizaciones y cableados.
Después de humectar los soportes absorbente se inicia el proyectado manual o mecánico del mortero hasta alcanzar el espesor adecuado. La superficie se reglea después para homogeneizarla y, si se prevé la aplicación de una capa de acabado posterior, se textura con una talocha para conseguir una rugosidad que asegure el anclaje de las sucesivas capas. Si se ha de colocar una malla de refuerzo, ésta debería quedar embutida en esta capa base y completamente recubierta.
Aunque esta capa podría, en función de los requisitos formales y de la textura deseada, ser válida como acabado del revoco siempre que el estado de fisuración sea compatible con las condiciones fijadas inicialmente, un caso tipo de aplicación incluiría la ejecución de una capa de enlucido final una vez completado el secado de la capa de base, que se puede estimar en una semana por cada centímetro de espesor en condiciones óptimas de ventilación. La capa de enlucido final permite cubrir la eventual aparición de fisuras en la capa precedente y proporciona el acabado decorativo.
Este enlucido se aplica una vez humedecida la capa anterior, bien proyectada, bien a mano, y cuando ha empezado a secar se trabaja con talocha de esponja o llana hasta conseguir la textura deseada. Para esta capa se puede contar con tiempos de secado de entre 24 y 48 horas.
Las posibilidades expresivas de los acabados de revocos de tierra son enormes y la combinación de diferentes herramientas y distintos momentos de aplicación permite conseguir efectos muy creativos.
Si las condiciones ambientales de humedad lo requieren, es posible aplicar tratamientos superficiales a base de pinturas, fijadores, enlucidos de cal estucados, tadelakt… Las condiciones de aplicación y secado y la granulometría de los áridos y agregados de la mezcla condicionan el espesor de cada una de las capas. Como criterio de consenso el espesor de cada capa no debería ser superior a tres veces el tamaño máximo de árido o agregado, lo que hace muy habituales espesores de a partir de 5 mm para las capas de cuerpo, de entre 3 y 15 mm para las de base (si fuera necesario alcanzar espesores mayores podría lograrse en varias pasadas) y de entre 1 y 5 mm para las de acabado.
Las propiedades de la tierra cruda como material de construcción hacen de ella un material con un valor patrimonial y también contemporáneo cuya vigencia en el contexto actual está claramente justificada.
Construir con tierra significa defender el derecho a utilizar un material de construcción ecológico que sea abundante, fácilmente disponible y accesible al mayor número posible de personas los más desfavorecidos a construir sus casas "con lo que tienen bajo sus pies". (Habiter la terre. Manifeste pour le droit de construiré en terre crue. Laboratorio CRAterre de la Escuela Nacional Superior de Arquitectura de Grenoble y la cátedra UNESCO “Arquitectura de tierra y desarrollo sostenible”)
Redescubrir la tierra (y por extensión otros materiales naturales poco procesados y ampliamente disponibles) y su cultura constructiva obliga a repensar reglamentaciones y normativas y apostar por la formación de profesionales y la investigación científica que dé soporte y valide el conocimiento acumulado y los nuevos avances. Visibilizar las buenas prácticas en las técnicas de la construcción con materiales como la paja, la tierra, la cal o la madera es clave para que esto ocurra. Este es el objetivo de la nueva serie de artículos en la que además de aportar las bases teóricas generales analizamos proyectos e intervenciones de la mano de especialistas que nos muestran que incorporar estos materiales a los sistemas de construcción actuales es posible.
Palabra clave
A.T. frente al Cambio Climático
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