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8 feb 2021
Para introducir la temática sobre estándares medioambientales, es importante hacer un recordatorio sobre las diferencias existentes entre un estándar medioambiental y un estándar energético. Por ello, rescatamos unos párrafos para refrescar y centrar cuál es el lugar de los estándares medioambientales dentro de la lucha contra el Cambio Climático y el Ahorro energético: Entre los estándares medioambientales más conocidos, se encuentran Leed (EEUU) y Breeam (Reino Unido). La diferenciación entre estándares energéticos y estándares medioambientales suele crear confusión pero lo habitual es que los estándares medioambientales tengan en cuenta muchísimos aspectos (como pudieran ser residuos, uso de agua, materiales, movilidad,...), mientras que los estándares energéticos básicamente basan su análisis en el consumo de energía, en cómo funciona el edificio en cuanto a la parte energética. Como se puede apreciar en la imagen 1, el grupo de estándares medioambientales, más centrados en una aproximación holística con énfasis en el medioambiente, estudian muchas categorías (fase de construcción, economía, energía, clima interior, innovación, materiales, ubicación, transporte, residuos, agua y otros). Y para cada una de ellas, se aplican unos pesos de importancia que se traducen en distintas puntuaciones y ponderaciones de las medidas adoptadas. Como se puede ver el “peso” que los distintos estándares medioambientales dan al comportamiento energético es del 5 al 30%. En el caso de los estándares energéticos, el 100% de la valoración para la obtención del certificado se basa en la consecución de valores energéticos.
Podríamos hablar de que el ideal sería plantear nuevos edificios con estándar energético combinado con estándar medioambiental, consiguiendo edificios que necesitan muy poca energía para su fase de uso y que han generado muy pocos impactos en su fase de construcción y futura demolición. Por ello, utilizar combinaciones de estándares energéticos (Passivhaus, Minergie,…) con estándares medioambientales (Breeam, LEED,…) o metodología Level(s) de la Unión Europea sería lo idóneo para cumplir con la verdadera sostenibilidad. Pero insistimos en que es fundamental no perder de vista la fase de uso del edificio porque ahí es donde se producen, hoy en día, los mayores impactos medioambientales. Y de hecho, nos tendremos que fijar precisamente en la importancia que tiene mitigar la energía que se consume en la fase de uso de los edificios existentes, porque el potencial de lucha contra cambio climático es muy importante en el parque edificado. Prueba de ello es la entrevista publicada recientemente a la Directora del Basque Center for Climate Change, María José Sanz, donde resulta llamativo que ponga tan claramente el foco en la importancia de reducir drásticamente la energía que se consume en la vivienda existente:
“Lo que indica es que otro sector en el que sería fundamental actuar es en el de la vivienda y la construcción. No nos podemos permitir tener construcciones que no estén bien aisladas con las últimas tecnologías para evitar usar en exceso la calefacción cuando hay olas de frío o en verano el aire acondicionado. En las nuevas construcciones, desde luego, pero también hay que abordar el programa de rehabilitación de construcciones que ya existen. Es tan prioritario como cambiar el modelo energético a renovables”. [2] Otro documento interesante sobre la importancia de la fase de uso y la rehabilitación, es el artículo de Xabat Oregi [3] donde se observa que la fase de uso (y en concreto el uso de energía para calefacción), tiene el mayor impacto energético y económico en los edificios. De hecho, el artículo concluye que “en el caso de zonas y edificios de clima frío, en los que se pueden conseguir grandes ahorros de energía gracias a las estrategias de rehabilitación energética, las demás fases del ciclo de vida son menos importantes y, en la mayoría de los casos, representan menos del 10% de los impactos ambientales del ciclo de vida”. Se puede afirmar que, hasta que los edificios se transformen en edificios de consumo de energía casi nulo (o incluso positivo), la fase de uso seguirá desempeñando un papel excesivo en el ciclo de vida de los edificios en comparación con la fase de construcción. Cuando los edificios sean mucho menos intensivos en energía en la fase de uso y, en particular, en el uso de la calefacción y la refrigeración, entonces será esencial trabajar en los impactos de la fase de construcción como una prioridad, ya que esta será probablemente la fase con mayor impacto en todo el ciclo de vida del edificio.
Los estándares medioambientales más conocidos, Leed y Breeam, no son ajenos a esta necesidad de actuar en el parque edificado y por eso, ambos cuentan con tipos de proyectos o metodologías específicos para edificios existentes: LEED los integra en los proyectos tipo “Building Design+Construction” y “Building Operations+Maintenance” y BREEAM en la metodología “En Uso”. Fijémonos que, en ambos casos, los nombres que corresponden hacen referencia a la fase de operación o uso.
Estos estándares medioambientales son los más conocidos a nivel internacional y ambos surgieron en los años 90: LEED en Estados Unidos y BREEAM en Reino Unido. Su filosofía es similar, ya que ambos buscan la excelencia en la edificación a través de un sistema de puntos que llevan a la obtención de diferentes grados de certificación. Este sistema de puntos consiste en el análisis de diferentes categorías consideradas clave en los edificios sostenibles y que pretenden abarcar un amplio espectro de cualidades que son deseables en un edificio eficiente, sostenible y sano.
Precisamente, es de destacar cómo estos estándares ambientales han incluido en sus últimas revisiones conceptos y parámetros que tienen que ver con la salud en los edificios. Por tanto, además de tratar categorías relacionadas con el ahorro energético y el ahorro de recursos (agua, residuos,...), también observamos categoría específica de “Salud y Bienestar” en BREEAM y “Calidad ambiental interior” en LEED. Estas categorías incluyeron, a los estándares, parámetros para medir contaminación interior del aire, emisiones de los materiales interiores, acústica y confort entre otros. Por lo tanto, estos estándares han ido un paso más allá al incluir la salud como parámetro puntuable y se alinean con los estudios que hablan de la relación entre la salud de las personas y los edificios que habitan.
Y en este objetivo de incluir holísticamente los parámetros que afectan al medioambiente y la salud de las personas, surge recientemente Level(s), no para crear un nuevo sistema de estándar medioambiental sino para “facilitar un marco de notificación voluntaria coherente y comparable que pueda utilizarse a escala transfronteriza”. Recordemos que Level(s), el marco europeo para la sostenibilidad de edificios, lo que quiere lograr es un modelo que permita comparar el comportamiento medioambiental del edificio en distintos países. Por lo tanto comparte áreas temáticas con LEED y BREEAM y tienen mismos objetivos de control medioambiental, saludable y económico. Por tanto, la tabla de áreas temáticas y macroobjetivos de Level(s), nos sirve de referencia sobre los parámetros a tener en cuenta de cara a tener una visión general y holística de la sostenibilidad en los edificios que nos aportan los estándares medioambientales.
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