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22 feb 2021
¿Cuánto consume mi edificio respecto a lo que se había previsto en el proyecto y la simulación energética? ¿Es mejor recomendar la inversión de la sustitución de la caldera de ACS o de un nuevo sistema de bomba de calor? ¿Se están consiguiendo alcanzar valores de confort y calidad del aire en el edificio? ¿Qué intervención energética aporta más beneficios?.Todas estas preguntas a priori pueden parecer difíciles de responder porque, a grandes rasgos, cada edificio tiene unas condiciones constructivas y climáticas muy distintas y su desempeño puede variar muchísimo de unos a otros. Pero ahí es donde precisamente cobra una especial importancia la filosofía de adquisición de datos o monitorización de edificios: cuando empezamos a tener datos reales sobre lo que ocurre en nuestro edificio, a través de diferentes parámetros, somos capaces de tomar decisiones estratégicas más eficaces de cara a la mejora de la eficiencia energética. Por esta razón, en la publicación que presentamos esta vez, vamos a tratar sobre monitorización, auditorías y sistemas de gestión como herramientas que nos orienten hacia la mejora del comportamiento energético a través de la gestión energética.
“Lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre”. Esta frase es atribuida al físico y matemático británico William Thomson Kelvin y es la razón de ser de distintos sistemas de seguimiento y control en ámbitos diversos. Y la recordamos porque el principio de “lo que no se mide no se puede mejorar”, es la idea por la que resulta tan interesante la monitorización de edificios: es necesario saber de dónde partimos o a dónde hemos llegado energéticamente hablando para saber si se puede llevar a cabo una mejora o para saber si hemos conseguido la mejora deseada. De hecho, conocer si ha habido mejora energética en una rehabilitación a través de la monitorización, ya aparece en la ORDEN de 8 de julio de 2020 de Gobierno Vasco sobre el programa de ayudas en materia de rehabilitación integral y eficiente de viviendas y edificios. En concreto, se establece como obligación de los beneficiarios “Instalar durante el proceso de obra, y con cargo al presupuesto de la misma, un sistema de monitorización del confort térmico interior y el consumo energético de calefacción (...), así como mantener dicho sistema, de manera que permita la tele-lectura, recopilación y explotación de datos de consumos energéticos de calefacción y condiciones ambientales, durante un periodo mínimo de tres años desde la finalización de las obras” [1]. Existen muchos parámetros a monitorizar en un edificio pero podemos plantearnos que, para las rehabilitaciones energéticas, es una buena guía seguir los requisitos de la Orden mencionada y conocer el confort térmico y el consumo de climatización según los requisitos que exige el Anexo I (“monitorizar en continuo y en intervalos de diez minutos, los valores de temperatura ambientes interior, humedad relativa inte¬rior y consumo energético para calefacción.”) [1]. Organizaciones como el Passivhaus Institut, también abogan por realizar monitorizaciones, tanto de rehabilitaciones como de obra nueva, como una manera de conocer las mejoras y/o el comportamiento real del edificio y compararlo con lo previsto. En el apartado de bibliografía se deja el enlace al interesante artículo “Monitorización mínima de diferentes edificios que se someten a una rehabilitación energética por fases” (en inglés) [2]. En otro documento más extenso sobre principios básicos de monitorización del proyecto europeo Sinfonia, existen ejemplos sobre utilidad de la monitorización en su entregable denominado “Building Monitoring. Basics and Guidelines” [3].
¿Qué pasa cuando queremos conocer las mejores estrategias de ahorro energético dentro de las empresas o incluso de las organizaciones? En este caso, lo habitual es encontrarse con tipologías muy distintas de edificios y también con grandes desigualdades en cuanto a los consumos energéticos y el origen de los mismos. Y es por ello que, además de la monitorización mencionada, también es muy recomendable disponer de metodologías más complejas que permitan conocer los consumos y prever una estrategia para su reducción o incluso su mejora continua. Es aquí donde entran en escena las auditorías energéticas y los Sistemas de Gestión de Energía como métodos para la reducción de la energía en las empresas y las organizaciones. Las auditorías energéticas tuvieron un importante impulso con la aparición del Real Decreto 56/2016 [4], donde se transponía la Directiva 2012/27 en lo referente a las mismas. Desde entonces, las grandes empresas (de cualquier sector), que durante al menos dos ejercicios consecutivos cumplan tener más de 250 empleados o tener un volumen de negocio> 50 millones de € y balance general > 43 millones de €, deben llevar a cabo una auditoría energética. Las auditorías son ya documentos más extensos de análisis, cálculo y propuestas de mejora, donde el Real Decreto marca las siguientes directrices [4] (resumen): a) Deberán basarse en datos operativos actualizados, medidos y verificables, de consumo de energía (...). b) Abarcarán un examen pormenorizado del perfil de consumo de energía de los edificios (...) c) Se fundamentarán, siempre que sea posible en criterios de rentabilidad en el análisis del coste del ciclo de vida, antes que en periodos simples de amortización (...) d) Deberán ser proporcionadas y suficientemente representativas para que se pueda trazar una imagen fiable del rendimiento energético global, y se puedan determinar de manera fiable las oportunidades de mejora más significativa.
Las auditorías energéticas deben actualizarse cada 4 años, aunque, pasado ese periodo, la organización también puede optar por dar un paso más y establecer un Sistema de Gestión de la Energía según norma ISO 50001:2018. Una auditoría energética y un Sistema de Gestión de Energía no son exactamente el mismo procedimiento, aunque ambos busquen la mejora en el comportamiento energético. Una auditoría es una metodología para conocer el consumo de energía existente en un momento determinado. Es una herramienta muy eficaz como punto de partida para identificar las opciones de ahorro y puede llevarse a cabo en unas semanas (en función de la magnitud del edificio). Un Sistema de Gestión de Energía como la norma ISO 50001, es un procedimiento que busca también conocer el consumo de energía existente pero, además, busca un compromiso por parte de la organización y su dirección, para la mejora continua en la consecución de los ahorros energéticos objetivo. La propia AENOR la define como una norma que “ayuda a las organizaciones a implantar una política energética y a gestionar adecuadamente los aspectos energéticos derivados de su actividad, como son los servicios, instalaciones, productos, etc., lo que se traduce en un ahorro real y cuantificable del coste energético en las organizaciones” [6]. Al tratarse de un sistema que debe ser implantado en la organización, el tiempo estimado se puede establecer en un mínimo de 4 meses.
Palabra clave
A.T. frente al Cambio Climático
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